martes, 20 de diciembre de 2011

Aun me duele tu recuerdo.












En ocasiones tropiezo con los pedazos de mis ilusiones ya perdidas, con los rezagos de los sueños no cumplidos y en especial, con los recuerdos.

Tu nombre aun escapa de mis labios con frecuencia, y me reprocho a mí misma, y aun si, sigue pasando.

Tu ausencia se siente cada vez más perpetua, la soledad más fría, y el silencio aun más envolvente. Y me ahoga.

Y evito en lo posible hablar de ti, o escuchar de ti por otras personas, pero sin importar cuando intente escapar de tu recuerdo, el siempre me acórrala cuando me encuentro sola.

He guardado todas tus fotografías, he intentado borrar todo rastro de tu existencia en mi vida, pero mi mayor enemigo en esta tarea soy yo misma, pues al parecer me niego estúpidamente a superarte.

Tras tu abandono he gastado casi todos mis suspiros, y mis lágrimas se han secado una tras otra en mis mejillas. Ya no quedan ilusiones, ya no quedan alegrías, tan solo este amor frustrado que cruelmente despreciaste.

Mis días se han llenado de tristeza, y mi rostro de melancolía. Aun te pienso constantemente, tu recuerdo me sigue haciendo daño y aun así, no logro borrar ningún detalle en mi memoria.

He perdido el calor de tu compañía, y en su lugar solo tengo este inmenso frío que me ha dejado tu abandono. Y estoy harta de gritar al silencio tu nombre, de esperar a lo lejos tu respuesta, de sentir que los días son cada vez más largos, haciéndome sentir aun más pesada tu ausencia.

Me he cansado de pasar cada hora reviviendo los recuerdos, me he cansado de llamarte, de esperarte, de llorarte, de perder cada minuto añorando tu regreso.

Y me siento morir en esta soledad. Y me reprocho a mi misma por ser tan cobarde. Rescato un poco de dignidad y entonces digo: ¡Basta! Me pongo de pie, me visto de fortaleza y arrojo tu recuerdo a la basura. Sin embargo, tardo mas en mi intento de olvidarte, que en tropezar con un nuevo recuerdo para volver a derrumbarme.

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